Harry Potter regresa a Hogwarts después de un verano más en casa de los horribles Dursley, de la que tiene que ser rescatado por su amigo Ron y un coche volador. Este nuevo año se presenta igual de movidito que el anterior, puede que incluso más, ya que Harry recibe un aviso por parte del elfo doméstico, Dobby, en el que le urge que abandone Hogwarts lo antes posible, ya que la Cámara de los Secretos ha sido abierta otra vez. La escuela es azotada por una oleada de accidentes a los alumnos, y Harry, Ron y Hermione tomarán cartas en el asunto, intentando averiguar quién se esconde detrás de los mismos. Y todo esto mientras que tienen que lidiar con Malfoy, Snape, rumores y un nuevo profesor incompetente…

Este libro me gusta un poquito más que el anterior por el hecho de que introduce a Dobby que, junto con Hermione, es uno de mis personajes favoritos de toda la saga. Aunque puede llegar a ser un poco irritante, es noble, valiente y lo único que quiere es ayudar a Harry Potter, que vuelva a reinar la paz. En esta segunda parte también conocemos un poco más a la familia Weasley y cómo es la vida en una familia toda de magos, además de tener más detalles de cómo funciona el Ministerio de Magia. Además, los personajes principales tienen más espacio para desarrollarse y evolucionar, mostrando la valentía de Ron al enfrentarse a las arañas o la determinación de Hermione por descubrir la verdad, llegando incluso a romper las reglas de forma voluntaria sin pensárselo dos veces.

Y bueno, un añadido a esta nueva perspectiva de leer Harry Potter como adulto es que comprendo un poco mejor a Malfoy. Bien es cierto que, a mi parecer, es odioso, pero en el fondo me da pena, ya que me recuerda a mucha gente que he conocido a lo largo de la vida, y él lo único que quiere es ganarse la aprobación de su padre.