Empecé este libro por la cantidad de buenas reseñas que leí sobre él. Ahora que lo terminé, en resumidas cuentas y sin spoilers, puedo decir que trata sobre la amistad entre dos chicas napolitanas pobres, que vivían en un barrio de Nápoles también muy pobre, y cómo ese vínculo evoluciona a lo largo del tiempo en relación a ellas y al entorno en el que surgió.
Quizás lo haya empezado con espectativas, cosa que me desagrada porque eso suele conllevar grandes decepciones, pero esta vez derivó en una grata sorpresa. De hecho justificó mis esperanzas de una buena lectura. Puede que lo siguiente sea algo que repito en diversas reseñas, pero no hay nada que me guste más que encontrarme personajes humanos, vivos, reales. No aquellos que sienten y viven perfecto, donde todo se siente o vive por igual y sólo se distinguen por nimiedades. Sino personajes que pueden evocar el recuerdo o pensamiento de alguien que conoces porque sus modos, decisiones o sentimientos son el reflejo de otro ser humano. Y esto es exactamente lo que me pasó con la novela no únicamente por los personajes por sí mismos, sino también por las relaciones entre ellos. Relaciones, vínculos, que se retuercen, van y vienen al tiempo que se expanden o retraen. Por útimo pero no menos importante, creo que lo que más atrapa son todas estas cuestiones colisionadas en el punto de vista de Lenú, la narradora. Una chica que tiene sus ojos puestos en los demás pero intenta no mirar mucho hacia sí misma y a su vida. Es así como nos arrastra a través de ese barrio pobre, violento y chismoso mientras su punto fijo, hilador y juez de lo que considera importante en su vida, es Lila, su mejor amiga, su estupenda amiga.