En esta cuarta entrega, Strike, detective privado, es visitado por Billy, un cliente que claramente está sufriendo un episodio psicótico. Aterrado, no para de repetirle al detective que quiere que investigue un crimen que ocurrió hace años: un niño fue estrangulado ante sus ojos, pero todo el mundo a su alrededor se niega a afrontar la verdad. A pesar de la clara inestabilidad mental del cliente, Strike no puede evitar sentirse atraído por el caso… Por otro lado, la agencia, rebosando con clientes desde el último libro, recibe la llamada de un importante ministro del parlamento británico, interesado en contratar los servicios del brillante detective y su igualmente brillante compañera (ya a título oficial) Robin. Lo que era un relativamente sencillo trabajo, pronto se complica, dando lugar a un caso en el que la lealtad, el amor y la política se mezclan en un torbellino que destroza todo a su paso.

Para empezar, la resolución del caso es INCREÍBLE, TE MANTIENE EN TENSIÓN DURANTE LAS ÚLTIMAS 100 PÁGINAS. Es que, de verdad, aún estoy intentando procesarlo. Ver cómo Robin y Strike van investigando los dos casos y cómo, poco a poco van llegando a las pistas necesarias para resolverlos es un proceso que te llena de adrenalina, tensión y expectación.

Por otro lado, la autora también consigue mantener enganchado al libro con las subtramas de las vidas personales de los protagonistas. De hecho, te preocupas e interesas por ellos desde la primera página, antes de que Billy cruce la puerta de la oficina.

De verdad, si os gusta la novela negra, tenéis que leer esta saga, es UN MUST-READ.