La chica del tren narra la historia de Rachel Watson, una mujer alcohólica y deprimida, que es incapaz de superar su divorcio, lo que la lleva a prácticamente acosar a su ex y a su nueva esposa. Trabaja en el centro de Londres y para ir allí coge el tren todos los días, desde donde ve la casa en la que solía vivir, además de la de los vecinos del número 15, una joven pareja que Rachel decide bautizar como Jess y Jason, y para los que inventa una historia sobre su vida. La perfecta fantasía que crea para estos dos personajes es rota cuando la mujer, Jess, que en realidad se llama Megan, desaparece y el único testigo del crimen es una borracha Rachel, que no se acuerda de absolutamente nada a la mañana siguiente.

El uso de diferentes narradores (las principales protagonistas femeninas, Rachel, Megan y Anna, la nueva mujer del exmarido de Rachel) permite darte pistas sobre quién puede haber cometido el crimen. Sin embargo, como la gran parte del libro está narrada por Rachel, que apenas recuerda nada de aquella noche, cuesta bastante resolver el misterio, todos los personajes parecen sospechosos. De hecho, hubo hasta un momento en el que pensé que la propia protagonista era la culpable. A pesar de que ningún personaje me haya llegado a caer bien del todo (puede que la protagonista por el final, pero más que simpatía he sentido pena por ella), la trama es tan buena, hay tantos giros argumentales que te dejan la boca abierta y está tan bien escrito el libro que prácticamente me lo he devorado. Lo recomiendo encarecidamente, me he enamorado por completo.