Otra gran obra maestra de Elvira Lindo, sin lugar a dudas. Puede que el personaje protagonista, Rosario, se haga insoportable al principio, pues es de esas personas que siempre se quejan de lo mal que les va en la vida, pero jamás toman responsabilidad de sus actos. Sin embargo, a medida que avanza la trama, puedes comprender mejor su punto de vista, pues siempre se vio obligada a cargar con su madre, cuya enfermedad acabó teniendo un gran impacto para la salud mental de nuestra protagonista. A través de esta situación, se nos muestra a una familia disfuncional, donde el amor no es que brille por su ausencia, pero sí que es difícil de encontrar. A esta peculiar dinámica se une Milagros, la mejor amiga de Rosario, su compañera incondicional, que va a estar siempre a su lado, a pesar de los feos y de los desprecios, porque sabe que, en el fondo, la aprecia mucho más de lo que está dispuesta a admitir. Puede que Rosario tenga un punto de vista cínico y muy sarcástico, siempre buscando lo peor de cada persona (incluso de sí misma), pero creo que es esa conexión con Milagros la que la humaniza un poco y la que la hace ver las cosas desde otra perspectiva. Esto se ve mejor en el final, donde podemos ver una especie de crecimiento de los personajes, que consiguen dejar atrás todos esos lastres y avanzar hacia un futuro más prometedor.