Lo que destaco de este libro es cómo ha unido a todos los personajes, gracias a la dirección de Elinor. Incluso Miriam, siempre tan alejada y ajena a la familia, se ha dejado llevar y ha accedido a incluirse en la familia. Me ha encantado cómo todos se aceptan tal y como son —Grace está muy lesbian coded— y cómo aprenden a quererse. Es increíble que, a pesar de la época en la que transcurren los eventos, hay bastante empoderamiento femenino y mucha tolerancia, aunque eso no quita que sigan habiendo comentarios racistas y misóginos, pero bueno, tampoco podemos pedir mucho más. En cuanto a la trama como tal, ya llegados a este punto sabemos que es un poco inexistente, pero, aun así, he de reconocer que, para una novela que transcurre en la Segunda Guerra Mundial, tampoco pasan muchas cosas relacionadas con el conflicto bélico.

Una vez más, vuelven a brillar los personajes, teniendo especial enfoque las hijas de los Caskey, aunque el cambio que se produce en Frances es mayor, mucho mayor. Porque no trae de vuelta a ese aspecto misterioso que lleva impregnando las novelas desde el primer libro. Porque se nos dan pistas de lo que está por venir y de lo cerca que estamos de descubrir la verdad. Porque es, simplemente, la pista que estamos buscando para poder comprender finalmente a Elinor. Estoy deseando seguir leyendo para poder descubrir más y más de estos personajes, de ver qué les depara el futuro. Sobre todo, porque todo apuntaba a que esta novela era la última, no han pasado muchas cosas y todos los conflictos parecían haberse resuelto, pero luego llega ese final con Lucille y Grace y, una vez más, estoy enganchada a estas novelas. A ver qué nos deparan estas dos últimas entregas.