Madre mía, que las cosas se están poniendo superintensas en Perdido. En esta tercera parte nos encontramos con un pequeño salto temporal, donde Frances y Miriam ya son más mayores y tienen una voz algo más prominente. Desde los primeros capítulos, se vislumbra que las cosas van a ser mucho más oscuras que en las dos entregas anteriores, comenzando directamente con todo lo relacionado con el aura turbia del pequeño armarito de la habitación delantera. Y es que empezamos a ver más elementos sobrenaturales y se pueden ver ya cómo las dinámicas anteriores van cambiando poco a poco: el poder de Mary-Love sobre los miembros de su familia se va aflojando de manera casi imperceptible, inclinando la balanza hacia Elinor.

Este es un libro con mucha más acción, que apenas da tregua porque siempre hay algo ahí, un problema nuevo que aflora y dramas que solucionar. Me parece brutal la forma en que Oscar rompe lazos con su madre, cómo ella revela su verdadera cara ante su hijo y cómo afronta él esa información que, aunque no es nueva, él siempre ha evitado ver. Pero, sobre todo, la que se sale en esta entrega es Elinor. Esa escena en el porche con Mary-Love ya nos deja ver a nosotros como lectores cómo se van a desarrollar los eventos en las siguientes entregas y, además, pone de relieve lo extremadamente inteligente que es en realidad. Me parece un personaje que está muy bien construido y, una vez más, salgo de esta lectura con ganas de ver cuándo se va a descubrir el verdadero secreto de Elinor, cuándo se va a mostrar tal y cómo es ante todos y qué consecuencias va a conllevar. No puedo aguantar más, necesito seguir leyendo esta saga porque es maravillosa.