Cuando propusieron leer este libro para el Club de Lectura, no voy a mentir, iba con las expectativas muy bajas porque no luce al tipo de novela que a mí me interesa: demasiado drama sobre drama. Y es cierto que, de alguna manera, no me equivoqué porque sí que siento que había algunos aspectos demasiado dramáticos que, personalmente, no me han terminado de convencer (la backstory de Joanne, por ejemplo, me ha aburrido un poco o la relación tumultosa de Émile y Laura). De hecho, este, junto con algún que otro pequeño fallito (una escena de sexo curativa que, honestamente, me produjo mucha risa, una mujer asesina-gatos y mi falta de empatía pr Émile) es por lo que no le puedo dar las cuatro estrellas.

Sin embargo, sí que he sacado cosas de esta lectura y la he disfrutado bastante, puesto que me ha ayudado a desconectar, las últimas páginas se me han pasado volando, y me ha dado ganas de irme de excursión a la montaña jejeje. Creo que deja un mensaje muy bonito sobre las conexiones personales, estar presente en el momento y cuidar de la gente de tu alrededor. La relación entre Joanne y Émile es preciosa, cómo llegan a quererse el uno al otro y aceptarse tal y como son, y es maravilloso ver cómo va creciendo ese vínculo tan bonito. Sin lugar a dudas, creo que el mejor personaje es Joanne, a la que he cogido mucho cariño y con la que he empatizado mucho (sí, a pesar de que se me ha hecho muy cuesta arriba toda su backstory). A pesar de no ser my cup of tea, ha sido una lectura bien bonita y wholesome, que te deja un poco el corazoncito calentito y que te llena de esperanza.