Pues nada, que ya nos estamos acercando al final de esta bonita aventura con esta sexta entrega de la saga Harry Potter. Esta vez, nuestro protagonista tiene que enfrentarse a nuevas amenazas: Con el ya confirmado regreso de Voldemort, él y sus secuaces están causando todo tipo de problemas, tanto para el mundo mágico como para el de los Muggles. Empiezan a haber desapariciones, muertes e infiltraciones en el Ministerio de Magia. Con este ambiente tan oscuro y deprimente abre un nuevo año en Hogwarts para Harry, en el que hay maldiciones, sospechas, clases extra con Dumbledore, un libro de pociones con extrañas anotaciones y, por imposible que parezca, amor. Harry y compañía ya no son niños, ahora toca prepararse para la guerra que cada día está más cerca.

Wow, definitivamente este libro ha sido una gran sorpresa para mí en esta relectura. No pensé que me iba a gustar tanto como lo ha hecho, siempre lo he visto más como un libro meh. Sin embargo, en esta relectura, he aprendido a apreciarlo más, a entender mejor al personaje de Draco, que siente que no tiene otra opción más que seguir el camino marcado por El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado. Además, también se puede apreciar la evolución de Harry, que tiene que lidiar con todos los traumáticos eventos del año anterior, en especial con la pérdida de Sirius.

Las subtramas amorosas también me han parecido increíbles (RON Y HERMIONE, PLEASE, ADMITID QUE OS GUSTÁIS DE UNA VEZ AHHH), además de que considero que están muy bien enlazadas con los temas más oscuros de libro. También me ha gustado descubrir el pasado de Voldemort, aprender más sobre él. Ello me ha permitido, en cierto modo, empatizar un poco con el personaje, comprender cómo el pobre Tom Riddle se convirtió en el poderoso y temible Lord Voldemort. Y bueno, no hay ni que mencionar la pequeña aventura de Harry con Dumbledore, que sirve para adelantar lo que está por venir, instaurando un aura de guerra y resistencia.

De verdad, se ha convertido en uno de mis libros favoritos de la saga