He de reconocer que, a primera vista, me intimidaba mucho la novela de Mariana Enríquez. Al fin y al cabo, son casi 700 páginas y, últimamente, mi cerebro no da para tal longitud. Además, una ya estaba acostumbrada a sus relatos, y verse en tal tesitura ha sido un cambio de chip total. Sin embargo, y  a pesar de las dificultades, he disfrutado un montón de las lecturas. Y es que, como es su estilo, a pesar de los elementos turbios (que los hay, a raudales), el verdadero miedo y terror proviene de los humano y de lo cotidiano, de guerras y dictaduras, de la perversión humana. Ello no quita que los elementos sobrenaturales sean espectaculares, con escenas bastante desagradables y muy perturbadoras (toda la trama de Omaira está grabada a fuego en mi mente) y que bebe mucho del folklore latinoamericano. Todo el tema de la Oscuridad me ha parecido fascinante, cómo se desarrolla y se entremezcla con la trama, cómo cada personaje lo percibe distinto. Literalmente, Enríquez nos mete de lleno a una secta y se queda tan ancha. Maravilloso.

Al usar varios puntos de vista, la historia resulta bastante completa, pues llegamos a conocer todas las versiones de todos los personajes que intervienen y permite al lector entender todos los aspectos complicados y grises que componen la trama: conocemos la secta por Juan, la juventud del médium por Rosario y el presente por Gaspar. Esta familia de tres es la que se encuentra en el corazón de la narrativa, guiando al lector por sus diferentes aspectos y permitiendo conocer las perspectivas de personajes con actitudes muy diferentes: el que está a favor de la secta, el que está en contra y el que no conoce aquel mundo. Puede que haya veces que estos cambios resulten frustrantes y algo pesados (eso me pasó con la perspectiva de Olga, que no comprendía muy bien qué aportaba, aunque luego sí que acabé viendo el sentido de su fragmento), pero, aún así, una experiencia muy enriquecedora. Amé los easter eggs a relatos anteriores, expandiendo el universo de Enríquez, los temas que se tratan, pero, sobre todo, amé a Luis. Él es mi personaje predilecto y siempre lo llevaré en mi corazón. El final he de reconocer que ha sido un poco underwhelming, pero el resto de la novela ha sido sublime. Me declaro fan incondicional de la autora.