En esta última entrega, Harry, Ron y Hermione, bajo las órdenes de Dumbledore, se lanzan a la temerosa y arriesgada aventura de buscar Horrocruxes (objetos donde Voldemort ha guardado parte de su alma), mientras que el Mago Oscuro gana cada vez más y más poder. En esta carrera contrarreloj para derrotarle, muchas personas se quedarán por el camino, otras encontrarán el de regreso al lado de la luz y otros crearán el suyo propio. Sin embargo, esta última aventura, aunque llena de peligros y escapadas de la muerte por los pelos, también tiene momentos dulces, alegres y llenos de esperanza. Porque, como dijo Dumbledore, la felicidad puede encontrarse hasta en los momentos más oscuros, solo si uno se acuerda de encender la luz.

Wow, wow y wow. No recordaba que este libro fuera tan ASOMBROSO. La evolución de todos y cada uno de los personajes, ese ambiente opresivo característico de la guerra y esa carrera contrarreloj para encontrar los Horrocruxes antes de que Voldemort se diera cuenta hace que te mantengas al borde del asiento en cada capítulo. Además, por fin conocemos más sobre Dumbledore, sobre su pasado y sus errores, sobre su vida, lo que nos hace ver, tanto al lector como a Harry, que Dumbledore es una persona y no un ser todopoderoso.

Y es que, a pesar de todos los momentos desgarradores —la muerte de Dobby, Fred, Tonks y Lupin; el ataque a George, la tortura a Hermione...— soy incapaz de encontrarle defectos a este libro. Amé la relación que Harry y Kreacher acabaron desarrollando, el regreso de Percy (más que por él, por lo que significó para los Weasley), EL BESO DE RON Y HERMIONE y desde luego, a NEVILLE FUCKING LONGBOTTOM, que en esta relectura se ha convertido en mi bebé.

¡Vaya aventura! Estoy deseando volver otra vez Hogwarts